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Sergio Canavero, neurocientífico, director del Grupo de Neuromodulación Avanzado de Turín, ha asegurado en un trabajo publicado enSurgical Neurological International que ya contamos con la tecnología para realizar un trasplante de cabeza completo. Y propone hacer el primero en menos de tres años.
La investigación en trasplantes de cabeza, que en realidad
debería llamarse donación de cuerpo, ya que es la cabeza la que “recibe” un
cuerpo nuevo, comenzó en la década de 1940. En aquellos tiempos, el científico
ruso Vladimir Demikhov experimentaba con perros construyendo falsas
quimeras, como sus canes de dos cabezas. En total, Demikhov
realizó más de 20 intervenciones de este tipo, con las que creó un terrorífico
ejército de animales bicéfalos.
Hoy, estos experimentos se consideran una aberración; pero
gracias a ellos se comenzó a investigar en las técnicas de trasplantes. Este
científico ruso, muerto en 1988, fue quien logró llevar a cabo el primer
trasplante de corazón en un perro, en 1946, el pionero en trasplantar un pulmón en cualquier mamífero, un año más
tarde, y en 1953 realizó el primer bypass coronario.
El mono con dos cabezas
Todo ello permitió que en 1967 el cirujano sudafricano
Christiaan Barnard realizara por primera vez un trasplante
de corazón en un ser humano. El propio Barnard reconocía que
“si existe un padre de los trasplantes de corazón y pulmón, ese título lo
ostenta, sin duda, Demikhov”. Y no fue el único que le consideró un pionero. En
los años 70 el doctor Robert White, inspirado por los experimentos de Demikhov,
realizó el primer intercambio de cabezas en primates, trasplantando con éxito
la cabeza de un mono Rhesus al cuerpo de otro. El pequeño simio sobrevivió
durante varios días, pero al no poder conectar la médula espinal a la cabeza,
falleció. El doctor Jerry Silver, de la Universidad Case
Western Reserve, estuvo presente y sus memorias no son agradables. “Recuerdo
que la cabeza se despertó”, asegura Silver, “y su expresión facial era de un
dolor terrible. No me olvido tampoco de la ansiedad y la confusión que se podía
ver en su rostro. Cuando los médicos intentaron alimentar al animal, la comida
cayó al suelo. Fue terrible. La cabeza siguió viva, pero por poco tiempo”.
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“Los científicos estamos preparados para un debate como
este. Es la sociedad la que no lo está todavía”, asegura el neurocientífico
José Aguilera
El dolor que experimentó el mono es algo en lo que Cavanero
ya ha investigado. “Se produce cuando se secciona la médula espinal”, explica,
“y se llama dolor central. Es algo que no deberías desearle ni a tu peor
enemigo”.
Por eso, este obstáculo, la reconexión de la médula, es la
piedra angular en la que se basa el trabajo de Canavero: “Cuando leí los
papeles de White, me pregunté si lograría hacer un trasplante. Y comencé a
interesarme en la regeneración neuronal. En 1986, George Bittner,del Departamento de Zoología de la Universidad de Texas,
demostró que se podía restablecer la conexión entre las partes seccionadas de
la médula utilizando polietilenglicol (PEG), un polímero que actúa como
adhesivo. Me resultó interesante, pero durante treinta años nadie escribió
sobre eso”. Lo extraño es que en 2013 el antes mencionado doctor Silver
reconectó la médula de una rata gracias a este pegamento. Así que, ¿obstáculo
salvado? En absoluto. Para el propio Silver: “Aún estamos a años luz de poder realizar
una intervención similar en humanos. Falta mucho para que consigamos unir todas
las piezas de modo que el sujeto recupere finalmente la movilidad completa”.
Canavero no está de acuerdo: “Desde hace 50 años sabemos que
no es necesario reconectar todo el circuito nervioso para tener motricidad
completa; basta solamente entre un 10 y un 30%. Nosotros creo que podemos
reconectar hasta un 60%”.
Otros avances parecían imposibles y...
Las afirmaciones de Canavero han generado, obviamente, mucho
revuelo. Algunos, como el propio Silver, aseguran que es imposible. Otros, como Anthony Warrens, de la Sociedad Británica
de Trasplantes, señalan que “conectar una cabeza a un cuerpo es un sinsentido
hoy en día. Toda la idea es muy extraña”. Mientras tanto, aquí, en España, las
opiniones están muy divididas. Manuel Martín
Loeches, profesor de Neurociencia Cognitiva de la Universidad Complutense
de Madrid, asegura: “No lo veo nada descabellado, y en realidad el único dilema
sería el de quién es el “titular” de lo que salga: ¿el dueño original de la
cabeza o el del cuerpo? Voto por el de la cabeza, es lo único que vale de
verdad para que haya un ‘yo’. Tengo mis dudas respecto a cómo enlazar el
sistema nervioso central (cerebro y médula espinal) con todos los nervios
periféricos, pero tampoco lo creo imposible, hoy día, pues se ha hecho con los
de las manos. Resumiendo: lo creo factible, me caben pocas dudas”.
Por su parte, José Aguilera, director del Instituto de Neurociencias de
la Universidad
Autónoma de Barcelona, es ambiguo. Al principio, asegura:
“Difícilmente se podría llevar a cabo una intervención así. La médula espinal
es muy compleja y el resultado podría no ser bueno”. Después lo piensa más
despacio: “Pero la verdad es que no lo podemos considerar inverosímil. Habría
que ver el tema del rechazo de tejidos y cómo afectaría hormonalmente al comportamiento
del nuevo cuerpo el cerebro”.
Son muchos los científicos que ponen en tela de juicio que
de verdad contemos con la tecnología para realizar este tipo de operación, que
claman que es algo imposible y que estamos jugando a Prometeo y Frankenstein. “Hace
poco más de un siglo”, señala Canavero para explicarlo, “a los hermanos Wright
les decían que una nave que fuera más pesada que el aire no podía levantar
vuelo. La historia de la ciencia está plagada de ejemplos de imposibles que se
convirtieron en realidad”.
Pero también de otros, como los coches voladores, los autobuses submarinos y los viajes en
el tiempo, que apenas llegaron al cine.
Aguilera intenta aclarar esta cuestión: “Muchas veces estas
ideas se lanzan para obtener notoriedad o para avanzar hacia el futuro. Es como
cuando Barnard hizo el primer trasplante de corazón; quizá él avanzó demasiado
deprisa. Aunque muchos científicos ya sabíamos que se podía hacer”.
La intervención completa (véase el paso a paso en la página
anterior) requiere del trabajo de 100 profesionales médicos durante unas 36
horas y costaría unos 10 millones de euros. Aunque pueda sorprender, el tiempo
necesario para reconectar cuerpo y cabeza es de apenas una hora. “Esto viene de
conocimientos adquiridos por el doctor White en sus intervenciones”, señala
Canavero. “Y pese a parecer increíble, es más que suficiente. Igual que los 20
minutos que nos llevará reunir ambas secciones de la médula. Claro, que es la
parte más crítica de toda la intervención”. Según el neurocientífico italiano,
tanto los costes como el tiempo se irán reduciendo a medida que progresemos en
nuestro conocimiento. “Inicialmente, un trasplante de hígado”, confirma
Canavero, “duraba unas 14 horas; ahora apenas 2” . Pero no es lo mismo un solo
órgano que un cuerpo entero...
La pregunta es: ¿Deberíamos hacerlo?
Pese a que el objetivo de este trasplante es restablecer las
funciones motoras en pacientes con condiciones médicas muy graves, como
distrofia muscular progresiva, cáncer o tetrapléjicos con fallos orgánicos
múltiples, Canavero señala que podría abrir las puertas a profundos dilemas
éticos. “Hay mucha gente que sufre de enfermedades ahora incurables... Pero
muchos pueden utilizarlo como una forma de esquivar la muerte por medio de un
cuerpo más joven. El problema será regular un procedimiento que tiene el poder
de dividir a la sociedad”.
Desde el Comité Español de Bioética, el Dr. Manuel de los
Reyes, uno de sus miembros más reconocidos, se niega a opinar porque, asegura,
no tiene suficiente información al respecto.
Por suerte, José Aguilera da en el clavo: “Los científicos
estamos preparados para este tipo de debates. La sociedad no lo está. En el
mundo hay miles de científicos experimentando con sustancias peligrosas y no
ocurre nada. Yo he trabajado con un neurotóxico que podría haber matado a toda
la población de Barcelona. Eso no significa que lo usemos. Pero la sociedad
necesita participar de este tipo de dilemas”. Y a la luz de la velocidad a la
que se puede acercar este logro, no queda duda de esa necesidad.
Cavanero reconoce que aún no ha progresado más debido a la falta de
fondos. Pero esto se podría resolver muy pronto, confiesa, ya que el Proyecto Quizá entonces ya sepamos si los trasplantes de cabeza son una realidad o un recurso más para la ciencia ficción.
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