viernes, 24 de mayo de 2013

El interminable éxodo!!!


Los palestinos que huyeron de Siria para guarecerse en el Líbano están condenados a los problemas burocráticos de un país incapaz de abordar la crisis de refugiados y al rencor de una población que ya consideraba a los palestinos instalados en el Líbano como los promotores de la guerra civil que desgarró al país del Cedro entre 1975 y 1990. Ellos han pasado de ser los más afortunados del exilio palestino –Siria, a diferencia de Jordania, Líbano, Irak o Egipto, otorga a la comunidad refugiada prácticamente los mismos derechos que a sus ciudadanos- a ser doblemente apestados. Si el resto de la población siria puede residir de forma gratuita en el Líbano durante seis meses, en virtud de los lazos que unen a ambos países, los palestino-sirios deben pagar 25.000 libras libanesas –12,5 euros- por persona para entrar en territorio libanés. Esa cantidad sólo les da derecho a una semana de estancia: ampliarla puede costar hasta el doble por semana. Un cantidad inasumible para la mayoría de las familias, de varios miembros y desempleados por la guerra como el resto de la población siria.
Los palestinos vuelven a pagar un doble precio por una guerra que no es la suya. No sólo les ocurre en Líbano, sino en toda la región. En Irak y Turquía, donde la UNRWA no tiene oficinas, todo son problemas burocráticos a la hora de recibir ayuda humanitaria; en Jordania, no se acepta a aquellos refugiados que carecen de identificación siria, como es el caso de los palestinos, y éstos son devueltos a la guerra. En Egipto, los sirio-palestinos se han manifestado para exigir ser tratados como el resto de refugiados de Siria. En el Líbano, donde la presencia palestina siempre fue un factor de discordia, hubo miembros del Gobierno que llegaron a sugerir el cierre de las fronteras para los refugiados que provenían del campo de Yarmouk, el principal campo de refugiados de Siria, escenario de ataques en diciembre, cuando los combates se instalaron en sus calles. El 85% de la población huyó para encontrarse una región que les desprecia. Se han registrado incluso regresos a Gaza desde Siria, en un buen ejemplo de la falta de perspectivas y la desesperación de la comunidad palestina.
El propio Batto se marcharía si tuviera a dónde hacerlo, como el resto de sus compañeros de piso. A Palestina no pueden regresar y, en Siria, sus nombres figuran en listas negras elaboradas por el régimen con los acusados de activismo político. Ellos no se volcaron con la revolución, a pesar de sí mismos, para proteger a su comunidad. Creyeron que la neutralidad les aislaría del conflicto y se equivocaron. Los campamentos palestinos de Siria, como el resto del país, han quedado atrapados por una guerra que no es la suya. “La gente está con la revolución pero no con la entrada de armas en los campos porque sabemos, por experiencia, que eso implica desestabilización y daña a los palestinos”, explicaba Mohamed, estudiante de Ciencias Políticas de 22 años, durante una serie de encuentros mantenidos en Beirut. “La historia nos ha enseñado que el régimen se infiltra entre los palestinos con la excusa de la defensa de Israel y que luego aprovecha su presencia para sus propios intereses”.

Fuente: Periodismo Humano

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