jueves, 4 de septiembre de 2014

Ahora ni me cuesta sonreír, ni no hacerlo me hace daño

Al principio creí en algunas cosas
y creí que esas cosas eran importantes
así que luché por ellas, o con ellas, que es la mejor forma de luchar por algo.

O por alguien.

Al principio me llené de sueños porque no pensaba que los sueños pudieran ser un lujo.
me llené de sueños y me dije: así, si los voy perdiendo, me quedará siempre alguno del que poder tirar.

En caso de desvanecimiento.

Al principio yo no sabía de qué color eran las mentiras.
A qué sabía la rabia.
Cual era el significado último de ciertas lágrimas en ciertos ojos.

Ahora distingo de entre colores el gris, mastico amargura con los puños,y he memorizado unos cuantos diccionarios de palabras
para explicar un lloro.

Ya no miro tanto al cielo, pero aun resisto en caminar mirando hacia bajo.

En época de cambios, miras tus nuevas paredes y piensas que no va tan mal,repasas los teléfonos que no usas imaginando qué sería de ti si hubieras seguido llamando.
A ratos, te buscas excusas y haces un trato contigo mismo: mirar lo bueno del camino para poder asumir lo malo.


Y extiendes las manos esperando que llueva de nuevo buscando el ácido pálpito de las dudas en la lengua.

Al principio era un cuento lleno de planos para palacios por construir.


Ahora ni me cuesta sonreir, ni no hacerlo me hace daño.




Gracias por el relato Lorena.

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