sábado, 27 de octubre de 2012

Gran Gala Tchaikovsky


Anoche Fany y yo estuvimos en el Teatro Colón viendo el Russian National Ballet....la Gran Gala
Tchaikovsky......IMPRESIONANTE...SUBLIME....INMEJORABLE....os la recomiendo sin lugar a duda!!!

Minuto 2:38......mi preferida :))))


Quién fue Peter Ilich Tchaikovsky??

Peter Ilyich Tchaikovsky (escrito, también, Peter Iljitch Tschaìkowsky; y, pronunciado, en ruso, tchikovsky), nació en el poblado de Votkinsk, en Rusia, el 7 de mayo de 1840. Un eminente compositor cuya música melancólica llegó a los corazones y de ahí traspasó fronteras.

Si bien la vida temprana de Peter Ilyich no estuvo ligada a la música, sí los años de su infancia y primera juventud influyeron bastante para que, al cabo de unos años, el nobel compositor ruso plasmara a través de la música sus más profundos sentimientos de amor y desesperación.


Algo acerca de su vida

Habiendo estudiado leyes y habiendo entrado al gobierno para ocupar un cargo dentro del servicio civil, el joven Tchaikovsky no se interesó plenamente por la música sino hasta que tuvo 22 años. Fue entonces cuando ingresó al recién fundado Conservatorio de San Petersburgo, bajo la dirección del maestro Zaremba y el eminente músico Arthur Rubinstein (otro muy distinto al pianista que todos conocimos y que falleciera, relativamente, hace poco), y donde ganara un importante premio y medalla por su interpretación de una «Oda a Schiller».

Más tarde, habiendo ya logrado sus primeros triunfos y con una holgura económica que le permitía viajar cómodamente, vivió por un buen tiempo en San Petersburgo. Luego viajaría, ya como compositor, a Suiza e Italia. También visitaría Inglaterra a fin de aparecer en el Carnegie Music Hall y conducir sus propias obras y composiciones.


En un rincón del alma

Se dice que la música nace en un rincón del alma, muchas veces apartado de los sucesos cotidianos y de la vida diaria. En verdad es difícil escrutar la vida íntima de un gran compositor de quien se han llegado a decir tantas cosas. Lo cierto es que su obra no ha pasado desapercibida y hoy todos la podemos disfrutar con gran regocijo y beneplácito.

Tchaikovsky fue ante todo un hombre. Y el ser humano, quiérase que no, sufre y ríe irremediablemente. Este músico tuvo una vida cruel y atormentada: deseos, pasiones, quebrantos de salud, enojos, amores y sinsabores. En fin, una vida llena de complejos sufrimientos. Sin embargo, y no obstante, a pesar de esta vida azarosa y resquebrajada, Tchaikovsky nos pudo dar una bella música como El Lago de los Cisnes, El Cascanueces, La Bella Durmiente y muchos otros valses y melodías, cuya música refleja en gran medida el espejo de su alma.


Amores y amargura

Y si bien nuestro personaje tuvo una vida cargada de timidez y de amargura, también pudo encontrar (y lo hizo durante 13 años) de un refugio que le serviría para apaciguar esos sentimientos hondos y profundos que súbitamente se desencadenaban en él.

Fueron, tal vez, estas relaciones, un tipo de amor platónico. Un amor dirigido a su «Dulcinea», que no era otra mas que Nadezhda Filaretovna von Meck, una viuda de 45 años (diez mayor que él), y que era inmensamente rica a pesar de sus once hijos.


El encuentro con la dama

Nadezhda (pronunciado nadieyshda) significa «esperanza», en ruso. Y, tal vez, esa era la esperanza, motivo o razón que él buscaba. Se trataba de una dama que se había enamorado de la música de Tchaikovsky, habiéndole escrito una misiva para pedirle un retrato.

«Deseo buscar en su rostro los sentimientos que le inspiraron esa música que lo transporta a uno a un mundo de esperanzas y anhelos insaciables» -le decía la autora de la carta, una mujer que por espacio de doce años le pasara a nuestro biografiado una pensión anual de 6,000 rublos y que le garantizó su independencia económica para dedicarse a componer a su antojo.


Amantes únicos

Casi todo lo que sabemos en cuanto a Tchaikovsky se lo debemos, en gran parte, a esta correspondencia íntima que cruzaran estos dos enamorados. Y, aunque parezca increíble, estos dos mismos amantes nunca se entrevistaron; jamás se hablaron, a no ser en sus cartas.

Jamás tocáronse el uno al otro... Una vez al año, quizás, se veían de lejos en algún salón de conciertos, pero no se hicieron nunca la menor seña. Cuando la dama se ausentaba de Moscú, el extraño galán solía ir a su casa desierta, para recorrerla, entrar en su alcoba; luego, sentarse frente al piano a fin de arrancar unas cuantas notas.

Hecho lo anterior, Peter Ilyich le escribía dándole cuenta de su solitaria aventura. Cosa muy rara, pero así era como ellos querían que sucedieran las cosas. Una forma extraña de mantener relaciones amorosas o, simplemente, sentimentales.


El rompimiento

Una relación así es difícil mantener, especialmente cuando se vive en dos mundos tan distantes. Sin embargo, algo tuvo que suceder y el rompimiento se dio. De pronto, Madame Meck cortó esta amistad y suspendió la pensión asignada a su joven amigo, con el pretexto de que estaba al borde de la ruina.

Tchaikovsky, aunque no se hallaba tan urgido de dinero como antes, el rompimiento le hirió profundamente. No sabía por qué; pero, así, las cosas suelen suceder. Una cosa viene y otra va. El amor acude, el amor sorprende; el amor se esfuma, el amor se va...


La obra de Tchaikovsky

Casi nunca dio Tchaikovsky a sus obras toda la importancia que se merecían. No obstante, una noche de 1892, mientras viajaba a París, repercutieron en lo más profundo de sus entrañas ciertos acordes musicales que le hicieron llenar sus ojos de lágrimas.

Lloraba y nada ni nadie podían contener su llanto. De tal modo que fue tal el apremio que sintiera que casi de inmediato se puso a escribir (y terminar, en menos de cuatro días), aquellos mismos acordes que le hicieran sentir ese «algo» en su yo interno. Se trataba de esa sexta y última sinfonía intitulada la Patética.


Lo que él pensaba

«Nunca en mi vida me había sentido más contento de mí mismo ni más orgulloso de haber hecho algo realmente bueno» -escribiría Tchaikovsky. Con todo, en esa obra, inquieta y hondamente emotiva, se puede ver (o sentir) esa inmensa aflicción, o sentimiento de dolor o angustia que embargaba el espíritu de este hombre.

Y, aunque Tchaikovsky quiso que su obra, la Patética, la oyese todo el mundo, deseó, así mismo, reservar para él solo su significado: «Es un enigma -dijo-; traten los demás de descifrarlo». Su hermano Modesto, que dio el nombre a la sinfonía, creyó haber adivinado, en parte, su melancólico secreto.

Tchaikovsky había confiado a esta obra, como uno lo hace con un amigo, todos los pesares que lo atormentaron durante tantos años. Era una muestra de lo que había sido su vida, una representación de su alma entera, cruel y atormentada, llena de sentimientos, conflictos y pasiones.


Los últimos días

En su estreno en Rusia, allá por el año de 1893, la Patética fue acogida fríamente. Una semana después, el 6 de noviembre de este mismo año, en San Petersburgo, el autor de esta obra moría de cólera.

Al tocarse por segunda vez, dos semanas después de haberse celebrado su funeral, los oyentes demostraron con sus aplausos la realidad de las cosas: ese sentimiento profundo y enigmático que sólo un hombre y un compositor como éste podía haber dado: Peter Ilyich Tchaikovsky.

Fuente: Ven a mi mundo. Grandes Personajes 





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